sábado, 4 de diciembre de 2010

Creatividad

Dejar de lado la vida habitual para atreverse a una más creativa puede mejorar la calidad del día a día, reforzar la unidad de la pareja, perfeccionar la paternidad y profundizar los logros profesionales. Los especialistas comparten secretos prácticos que ayudan a ser innovadores.

Uno se levanta, repite la rutina del baño y el desayuno, sale a la misma hora cada día, atraviesa las mismas calles, llega al mismo trabajo y cumple las mismas obligaciones. Se suceden los minutos del día, se repite la alegría de volver a casa, el programa elegido a la hora de la cena, el libro que se hojea antes de dormir y otra vez el dedo que activa la alarma del despertador para que, en unas horas, todo vuelva a comenzar. Esa es la vida de siempre, la de las alegrías y las quejas que uno prefiere mantener en vez de modificar, no vaya a ser que lo nuevo traiga más malas que buenas. Pero ¿qué sucedería si uno se animase al cambio, echando mano a la creatividad? Tal vez, el solo hecho de intentarlo sería causal de sonrisas. O, al menos, eso dicen los que saben. “Tenemos, por comodidad, el hábito de pensar, sentir, hablar y decir de una forma que nos caracteriza. Pero, muchas veces, en esa zona no se encuentra una buena calidad de vida.

Debemos salir de allí si queremos vivir mejor, aunque en un comienzo nos incomode la idea de hacer algo diferente de lo que nos marca el hábito”, explica la licenciada María Silvina Fernández Toribio, psicóloga y directora del Centro Calidad Humana. “El no animarse a realizar algo diferente, a construir una nueva forma de mirar e interpretar y, luego, intervenir en la realidad se relaciona con la rigidez y el bloqueo personal de mejorar la vida día a día”, agrega. Patricio Jorge Vargas, director de la Escuela de Educación Mental MENTAT, se suma al debate: “Uno se autolimita por la educación recibida, por hábitos adquiridos, por reglas, por tradiciones según las cuales vive, por restricciones culturales, por barreras emocionales y por falta de recursos. Tenemos la mente demasiado bien entrenada en una forma de pensar mecanizada y no la dejamos retomar la fluidez natural con la que está dotada para funcionar”. Luego acota: “Pero hay que intentar el cambio, ya que la creatividad es fundamental para nuestra adaptación flexible a la vida y para nuestra sensación de bienestar personal. La creatividad cotidiana origina un ajuste positivo, ya que sus características son requisitos para una personalidad sana”.

La protagonista Para definirla en palabras sencillas, la creatividad es la capacidad de originar algo nuevo, relevante y efectivo, de valor para uno mismo y para otros. “Es una habilidad natural de todas las personas, tal vez la más humana de las características. El mundo que percibimos es el que creamos. Hay que descartar la idea de que la creatividad es una característica exclusiva de los genios”, afirma Vargas. “Esta maravillosa capacidad, que todos podemos desarrollar, consiste en jugar con la combinación de ideas y nuevas conductas. La creatividad es un obrero que se pone en acción cuando nos habilitamos internamente el permiso de intervenir de una manera distinta de la que suele caracterizarnos”, propone, por su parte, Fernández Toribio. Durante mucho tiempo, la creatividad estuvo ligada al arte; luego, se la vinculó a la ciencia, y, por último, al marketing. Sin embargo, con el surgimiento de la psicología positiva, se erigió como una herramienta fundamental para el desarrollo del día a día. Vargas explica que la creatividad puede manifestarse en la manera de dirigir una empresa o dar una clase; en la crianza de los hijos o en cómo reparamos un auto; en la forma de combinar la ropa, hacer una petición o brindar un servicio. “En cualquier ámbito, la creatividad puede promover el cambio que muchas veces se necesita, ya que enriquece nuestra adaptación a lo ya dado y a las proyecciones que hacemos a futuro”, afirma el especialista, quien, a la vez, aporta algunas ideas para el día a día: “Más allá de los ejercicios sistemáticos que es posible poner en práctica para mejorar la creatividad, hay algunas actividades cotidianas que pueden ayudar, como leer libros de ficción o de temas lejanos a nuestros intereses habituales, ver menos televisión, resolver enigmas lógicos, dibujar, aprender a ejecutar un instrumento musical, romper hábitos adquiridos y conversar más seguido con los niños”.

Pareja, hijos y trabajo Estos pilares tan protagonistas, tan emocionales y de tanta relevancia para el devenir de la vida también encuentran una gran aliada en la creatividad. “Ella contribuye a generar el poder de atracción en la pareja y evita que caigamos en la rutina”, asevera Fernández Toribio. Según Vargas: “Si hay creatividad en las relaciones interpersonales, hay flexibilidad y, en consecuencia, existe una natural empatía para proyectarse y sentir lo que el otro siente, desea y piensa”. En cuanto al vínculo con los hijos, la psicóloga sostiene: “Ser creativos como padres es angular, tanto en los límites como en la contención y en el juego. Los padres creativos promoverán que sus niños vivencien su vida con mayor seguridad”. Vargas, por su parte, reflexiona: “La creatividad aporta una mayor sensibilidad hacia las necesidades de nuestros hijos, ya que evita que sigamos acríticamente los estereotipos culturales o familiares. Hay que correr el riesgo de equivocarse y aportar una mayor variedad de recursos en el desafío de la paternidad. De este modo, facilitaremos el desarrollo creativo de nuestros hijos”. En cuanto al trabajo, realizar todos los días la misma labor, así como generar un emprendimiento propio, requieren mucha y constante creatividad si no se quiere morir en el intento. “Ser creativo impulsa a la proactividad, incrementa la flexibilidad, profundiza la tolerancia en los vínculos, ayuda a disfrutar de las tareas profesionales y a resolver los conflictos de una forma amena”, asevera Fernández Toribio. Vargas agrega: “Nos prepara para asumir riesgos y nos permite adaptarnos a los cambios; esto también fomenta la autoconfianza y la autoestima, factores que son decisivos en un entorno laboral y profesional competitivo”.
Una cuestión de amor En La creatividad develada, Álvaro Rolón relaciona íntimamente el proceso creativo con el amor por uno mismo y con la pasión por las tareas que se desarrollan. “La creatividad emerge como producto de combinar el amor con la dedicación. Un amor que vibra por descubrir cosas aún no vistas, bajo la forma de una pasión que arremete y pide perdón antes que permiso. Necesitamos recuperar el amor y la pasión de quien se acerca a los proyectos con la mente fresca, casi vacía de experiencia”, explica en su texto. Otra de las premisas que plantea el autor es que la creatividad insume tiempo, que no aparece de la noche a la mañana y que “cuanto más amor por lo nuevo tenemos, más riesgos nos animamos a correr y mayor es la tolerancia a la incertidumbre”. La clave parece estar en abrazar el proceso creativo como una aventura y no como un deber; y, por sobre todas las cosas, hacerlo sin miedo a los riesgos. “Intentar crear lo nuevo sin cometer errores y sin frustrarnos, pretendiendo suma certeza es, en sí mismo, el riesgo más grande que corremos”, agrega Rolón. Es cierto que el camino puede ser sinuoso y que no escasearán los obstáculos. Sin embargo, esa etapa también es parte del proceso de creación. “Cuando nos encontramos empantanados, debemos entregarnos al pantano en vez de querer salir a toda costa de él en forma prematura. La realización de lo nuevo viene luego de permanecer el tiempo necesario en el caos”, concluye.

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